Tacos de alacrán, tradición para abrirte los sentidos

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Tacos de alacrán, tradición para abrirte los sentidos

Por algo dice el corrido: “yo soy de la tierra de los alacranes, yo soy de Durango,
palabra de honor”.

Aunque los alacranes abundan en la sierra de Durango, en las profundidades de
Huazamota, por ejemplo, desde luego que su gastronomía no se basa en ellos,
hay muchísimos más ingredientes aquí para deleitarnos en múltiples recetas,
pero sí son muy tradicionales.

Como parte de nuestro pasado prehispánico, el consumo de insectos, arácnidos
y otras especies menores (que ahora está de moda), es lo habitual en casi todo
México. Así que en Durango es costumbre utilizar al alacrán y a su hueva, que
es lo que siempre ha dado su tierra, como protagonistas de varias recetas.

Esta tradición la constaté al llegar a un puesto del mercado Gómez Palacios, en
el centro de Durango: me llamó la atención la cantidad de lugareños sentados a
la espera de que les sirvieran su taco de alacrán.

En el puesto hay una pecera grande con alacranes vivos en su interior, de la
cual uno puede escoger su ejemplar para que sea preparado. También tienen
muchos frascos con alacranes macerados en alcohol, tequila o mezcal… la
elección depende del gusto del comensal.

Hay varias formas de preparar los alacranes, previamente se les pone una pizca
de cal para que suelten su amargor y luego se maceran o se secan al sol. Una
vez listos, se pueden guisar en adobo, o hasta se pueden utilizar como objeto
decorativo dentro de un llavero o algún otro souvenir para llevártelo como
recuerdo de tu visita a la hermosa ciudad de Durango.

Si reflexionamos un poco, y dejamos los prejuicios a un lado, nos atreveríamos a
probar de todo, incluidos los alacranes. ¿Por qué no? Son limpios, se alimentan
de tierra, insectos y plantitas.

Normalmente el alacrán que más se consume es el pequeño, delgado y “güerito”
(de color claro), pero el que yo probé en esta ocasión fue el grande, oscuro, que
dicen que es en el que se aprecia más el sabor de cada parte de su cuerpo. A
mí me recordó mucho al gusto de las cigalas, un marisco que me encanta y
disfruto mucho en España, por lo que no le encontré un sabor muy
característico, ¡y me gustó!

Lo que sí puedo decirte es que hay que animarse a probar de todo, y sólo
entonces decidir si te gusta o no, y si volverías a repetirlo. Yo, por supuesto,
estoy dispuesta a comer una y otra vez los ricos tacos de alacrán que disfruté en
Durango y a probarlos en otros modos de preparación.

Ahora sí que, más que nunca, ésta fue una experiencia para abrirse ¡con todos
los sentidos!

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