En este criadero, los huevecillos son importados de Estados Unidos, pues el agua, a pesar de ser idónea para que sobreviva, no tiene la temperatura requerida (de entre 10 y 12 grados Celsius), para que la trucha desove.
Quedé gratamente complacida al ver el mimo que ponen en este criadero al cuidado de las truchas arcoíris, quizás por eso tienen ese sabor tan exquisito.
El nombre del pez lo dice todo: los hay de color azul, amarillo, multicolor otornasol, y hay otras truchas cuya carne es rosada y se llama asalmonada;esto se debe a que reciben una alimentación diferente, a base de crustáceos.
El lugar es sorprendente, empezando por el relajante color azul grisáceo de llago de la Cruz, que está a un lado de la granja piscícola, y su historia, ya que Pedro Romero de Terreros mandó hacer esta presa exclusiva para que su mujer se bañara. A donde uno mire hay cosas que llaman la atención: naturaleza, actividades para divertirse, deportes, gastronomía, artesanía…
Es una pena que la trucha de San Miguel de Regla no llegue a más puntos de la República Mexicana, pues su sabor es realmente único.
Me fascinó la variedad de platillos que disfruté aquí; dado que la trucha es un producto estrella de Huasca, se conocen varias decenas de elaboraciones con ella. ¡Imagínate las combinaciones que pueden lograr la creatividad y los buenos ingredientes! Todas son espectaculares; como ejemplo están la trucha en chipotle, al ajillo, a la diabla, la trucha rellena de mariscos, en mixiote, en mole… Tanta es la variedad que en 2016 se llevó a cabo el segundo Festival de la Trucha, donde se intentó presentar 100 recetas distintas, ¡y se logró!
Me hubiera gustado asistir al festival. Ojalá tenga la oportunidad en el futuro.
Si quieres saber más acerca de la producción de truchas en México, lee este interesante artículo: La Cria de la Trucha