Real del Monte, Hidalgo: Delicioso y mágico despertar
En medio de este paisaje espectacular, donde la niebla se filtra entre los montes por las mañanas, el despertar es único.
Abrí temprano la ventana y casi sentía tocar las nubes, pero por ahí de las 8:00 a.m., como por arte de magia, el cielo quedó despejado y con un sol que, aunque tímido, calentaba a pesar del clima frío.
Real del Monte (o Mineral del Monte), se encuentra a 2660 metros de altura sobre el nivel del mar y es el pueblo más alto habitado en México, por gente tan cálida que el frío se olvida pronto y se vuelve un lugar acogedor.
Dede que uno va llegando a este Pueblo Mágico hidalguense, una vez atravesada la zona nubosa, su belleza se despliega y se percibe todo su esplendor.
Esta población guarda su nombre desde la época del dominio de la Corona española, y después de la Independencia se le comenzó a llamar Mineral del Monte.
Real del Monte no es un pueblo que haya vivido nunca de la agricultura ni la ganadería: siempre vivió de la minería, en especial de la plata, pero ahora, sorprendentemente, uno de sus mayores ingresos es por la venta del paste, una empanada de carne y papa que introdujeron los mineros ingleses en su día.
Antes, cuando en Real del Monte estaba en auge la minería, era prácticamente un “pueblo dormitorio”, pues los trabajadores se levantaban muy temprano y salían a las minas a trabajar todo el día. En la actualidad ya no se labora en la minería, pero parece que el tiempo nunca hubiera pasado, ya que esta esencia minera impregna el modo de ser del pueblo. Cuando vengas “al Real”, visita el museo de sitio de la Mina de Acosta y conoce los vestigios de esta industria que dio riqueza y esplendor a la zona.
En 2004, Real del Monte, ubicado a 12 kilómetros al noreste de Pachuca, la capital de Hidalgo, fue nombrado Pueblo Mágico por la combinación de su riqueza histórica, gastronómica, artesanal y geográfica. Todo esto lo convierte en un lugar ideal para descansar de las ciudades y disfrutar a tope.
En cuanto a arquitectura se refiere, el pueblo tiene regulada la construcción y remodelaciones para conservar su fisonomía tradicional, que recuerda a la de los pueblitos ingleses, aunque el trazo de las calles es español: calles estrechas, ventanas pequeñas y cuestas. Caminar por Real del Monte me remontó a un paseo por Toledo, España.
Debido a la importante migración británica, los ingleses construyeron su propio panteón, que no debes perderte en tu visita. Allí hacen una representación teatral en la que los muertos de cada tumba cuentan su vida. Es una buena forma de conocer la historia del pueblo contada “de boca” de sus antiguos habitantes.
Y tratándose de la historia gastronómica, en el Museo del Paste podrás elaborar tu propia empanada, conociendo así el plato emblemático de este Pueblo Mágico de una manera amena y deliciosa. Si vienes en octubre, con suerte te toque asistir al Festival del Paste.
Real del Monte también tiene espacio para las artes, cada otoño es uno de los escenarios del Festival de Jazz de Hidalgo. Podría contarte tantas cosas de la belleza y el ambiente que se vive en este Pueblo Mágico, pero prefiero dejar que tú lo descubras con todos tus sentidos…
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